Crisis migratoria en Estados Unidos:

crisis-migratoriaEl ingreso ilegal de 52 mil niños centroamericanos a Estados Unidos por la frontera con México ha generado una crisis política en Washington, donde los que abogan por una reforma migratoria piden recibirlos, reunirlos con sus familiares y protegerlos de la violencia delincuencial que impera en sus países; pero quienes se oponen demandan su expulsión inmediata y el incremento de la presencia militar en la zona fronteriza.

Las cifras obtenidas por las organizaciones humanitarias que trabajan en la frontera son contundentes: el 72% de los niños que han logrado cruzar la frontera tienen a uno de sus padres o familiares directos viviendo ilegalmente en Estados Unidos, las edades del 80% de los nuevos indocumentados fluctúan entre los 9 y 16 años. Lo preocupante es que el 85% admite haber recibido amenazas de ser reclutados a la fuerza por las pandillas en El Salvador, Guatemala y Honduras.

La llegada masiva de niños centroamericanos a la frontera ha puesto a prueba el sistema legal estadounidense, lo que ha conllevado a algunos a solicitar la vigencia de una ley del 2008 que exige proteger a los menores indocumentados que ingresan al país sin compañía y evitar su deportación inmediata o detención por largos períodos; mientras que otros quieren expulsarlos de manera inmediata y obviar la figura del debido proceso.

Por otro lado, los presidentes de Guatemala, El Salvador y Honduras se reunieron con Barack Obama para tratar este problema, por cuanto desde octubre el año pasado han ingresado a Estados Unidos más de 57 mil niños y se espera que hasta finales de este año lleguen a dicha frontera unos 90 mil. Los conservadores, que suelen oponerse a la inmigración, culpan a Obama por no aplicar las leyes migratorias con toda su fuerza y por haber implementado una política hace dos años tendientes a legalizar a ciertos jóvenes indocumentados. Sin embargo, Obama ha sido el que más indocumentados ha deportado.

¿A qué se debe el incremento de niños inmigrantes centroamericanos? La guerra contra las drogas ha empoderado y enriquecido a los narcotraficantes y, por la violencia que desata, es una de las grandes causas de la explosión de niños inmigrantes. La violencia se ha extendido a buena parte de Centroamérica, por lo que no es casualidad que los niños inmigrantes provengan del primer país más violento del mundo, esto es honduras, el cuarto que es El Salvador y el quinto, Guatemala. Por lo que no vienen de Nicaragua o Costa Rica que son países notoriamente más seguros.

El entonces presidente mexicano Felipe Calderón desató un feroz ataque contra los cárteles de la droga de su país, lo que produjo unos 60 mil muertos. Fue entonces que parte del ilícito negocio se trasladó hacia Centroamérica donde aumentó la violencia. El combate a la droga en Colombia en la última década ha empujado ese negocio hacia Venezuela y, en parte, hacia el Perú. El investigador colombiano Daniel Mejía considera que la interdicción en Colombia, al crear una relativa escasez de cocaína, incrementó los homicidios al norte de México en un 46%, pues recrudeció la lucha entre los cárteles por el consecuente aumento de ganancias. La crisis de los niños inmigrantes es entonces un caso más de las consecuencias no esperadas en la que la guerra contra las drogas ha jugado un papel nefasto.

Pero el problema no termina allí; la violencia contra los niños es cotidiana a donde vayan. Lucía Dammert comenta el caso de una casa de acogida en México llamada “La Gran Familia”, donde existen niños abandonados y vulnerados, es decir, donde se abusaba de ellos física y sexualmente, donde se les maltrataba y se les tenía en condiciones de vida aterradoras, sin mencionar que se encontraron niños que aparentemente estaban secuestrados.

La Gran Familia recibió apoyo gubernamental mexicano así como de reconocidos filántropos, quienes se enteraron de este repudiable hecho al observar en la web que esta casa de acogida tenía ventanas enrejadas, falta de iluminación, presencia de basura y en condiciones de hacinamiento innegables; pero prefirieron voltear la mirada hacia otro lado. El problema es tan grande que la sociedad también prefiere mirar hacia un costado, hacer como que colabora y asumir que alguien se hace cargo. En muchos países, situaciones de maltrato, malas condiciones y abuso se han conocido en barrios pobres donde los niños son revictimizados por la ceguera autoimpuesta de una sociedad que no se hace cargo.

Este caso nos lleva a pensar ¿cómo estamos tratando al sistema de menores en necesidad de protección? En muchos países no se hace literalmente casi nada, en otros se les encierra y en otros se apoyan iniciativas privadas que deben preocuparse adecuadamente por su cuidado. Es decir, no estamos haciendo ni lo mínimo para enfrentar un problema clave para el desarrollo de la sociedad y donde las víctimas tendrán heridas que difícilmente se sanarán. Luego nos llama la atención los altos niveles de violencia de algunos jóvenes que se dedican al mundo informal o ilegal o que claramente no conocen otra alternativa; lo que evidencia el cinismo de una sociedad que quiere resultados sin invertir en consolidad factores protectores para niños y adolescentes que socializados en la violencia solo sabrán usarla cuando sean adultos.

Lamentablemente de estos temas solo nos acordamos cuando aparece un escándalo como el de La Gran Familia; entonces aparece la indignación y la preocupación por la forma, por el momento y por la víctima que los medios de comunicación presentan reiteradamente. Pero así también se desvanece y volvemos a mirar al costado, evitamos abrir las puertas de las partes más tristes de nuestra sociedad. En algún momento tendremos que reconocer que mirar al costado no hace que los problemas desaparezcan; por el contrario, los agudiza porque una parte de nosotros hemos normalizado el abuso, hemos asumido el maltrato y hemos perdido sensibilidad frente a situaciones que diariamente ocurren en todas y cada una de nuestras ciudades.

Este mayúsculo problema ha generado debates a escala internacional por cuanto todos los días las noticias dan cuenta de miles de niños, niñas y adolescentes que cruzan la frontera mexicano-estadounidense en busca de sus padres y otros familiares porque no soportan la soledad y la dureza de una vida marcada por la violencia cotidiana; entonces van en busca del afecto perdido.

En varios países centroamericanos se viene produciendo un fenómeno social de nuevas generaciones que manejan dinero procedente de las remesas o de las encomiendas con ropa “de marca”, pero que están abandonados a su suerte sin soporte familiar ni estatal, destaca la periodista Olenka Ochoa desde San Diego, California. Agrega que estos chicos enfrentan un entorno hostil, con riesgos de embarazo adolescente, drogas y pandillaje; es decir, un entorno de violencia pura y dura. Los países centroamericanos, aquellos catalogados como “fallidos” son exportadores masivos de su población.

Los niños, niñas y adolescentes viajan con el riesgo permanente de sufrir robos, agresiones, violaciones o ser arrojados del tren en marcha. Pero la peor parte la llevan los niños y niñas que viajan solos, ilusionados por visitar a sus padres al otro lado de la frontera y en el camino se topan con la mafia de “coyotes”, esto es, traficantes de inmigrantes ilegales. En Estados Unidos y México han surgido albergues “al paso” sin ningún apoyo del Estado y con la amenaza permanente de la mafia. A la tragedia de los niños inmigrantes se suma el genocidio de mujeres en Ciudad Juárez, el tráfico de personas, drogas y armas. Son millones las víctimas a vista y paciencia de autoridades de ambos lados de la frontera.

Estos niños –como ya lo mencionáramos- huyen de la violencia,  de las masacres, de las pandillas organizadas y vinculadas al narcotráfico que imparte temor y control en muchos barrios de la región centroamericana; huyen también de la epidemia de homicidios que día a día suman muertos. Huyen de espacios de impunidad donde las instituciones estatales no sirven para protegerlos, no aplican la justicia de forma pareja y no invierten en rehabilitación. Huyen de un futuro oscuro, marcado por altos niveles de desempleo, pobreza y educación de baja calidad, además de embarazo adolescente, consumo de alcohol y drogas y alta presencia de violencia doméstica.

Estos niños, son víctimas una vez más de la burocracia internacional que debate en foros elegantes sobre las mejores formas de enfrentar el problema con resultados pobres e insignificantes. Lamentablemente mientras algunos conversan y debaten, miles de niños caminan solos por América Latina buscando un futuro que es esquivo, uno que seguirá marcado por la violencia y la intolerancia.

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