Otoño Árabe

otoño-arabeDe acuerdo con los últimos cálculos, en Siria han muerto más de setenta mil personas, en una guerra civil que es además una guerra subsidiaria, un enfrentamiento entre terceros; lo que ha causado que más de cuatro millones de sirios necesiten ayuda humanitaria urgente; además de existir unos dos millones de desplazados en el interior y un millón y medio de refugiados que han huido más allá de sus fronteras. Recientemente UNICEF ha asegurado que entre los desplazados y necesitados se incluyen casi tres millones de niños.

Cuando estalló el conflicto armado en el 2011, la población de Siria era aproximadamente la misma que tenía Yugoslavia cuando comenzaron sus guerras en 1991, es decir, alrededor de 23 millones. Durante la década que duraron las guerras de los Balcanes murieron más de cien mil personas y hubo cuatro millones de desplazados. En solo dos años Siria está consiguiendo obtener la misma cosecha de dolor y sufrimiento que Yugoslavia tardó diez años en alcanzar.

Esta guerra ha sido calificada como una atrocidad y la situación de Bashar Al Asad es cada vez más complicada, por cuanto ya existe información de deserciones de importantes generales sirios, motivadas por la guerra interna. Sin embargo, ello no significa que el conflicto vaya a terminar pronto, ya que el país enfrenta –además- un conflicto étnico y religioso, donde actúan partidarios del actual mandatario, opositores laicos, milicianos afiliados a Al Qaeda, minorías étnicas armadas y bandas criminales de todo pelaje y condición.

Por otro lado, la oposición ha incrementado su capacidad armada y se ha hecho fuerte en ciertas zonas fronterizas. Sin embargo, el régimen todavía conserva una clara superioridad bélica que le ha permitido afianzar el control de las zonas costeras y expulsar paulatinamente a los rebeldes de la periferia de la capital, Damasco. Y todo parece indicar que la guerra civil siria está condenada a perpetuarse, ya que ahora esta violencia está atizando las tensiones religiosas al interior de Irak y Líbano. Por otro lado, los países vecinos han tomado partido por uno y otro lado del conflicto. Irán está suministrando apoyo militar al gobierno de Asad, mientras Turquía, Jordania y Arabia Saudí hacen lo propio con la oposición. Israel ha roto su aparente neutralidad con el lanzamiento de una serie de ataques aéreos para frenar la entrega de armas de Damasco al grupo terrorista libanés Hezbolá.

No cabe duda que el foco de atención más destacado hoy en el mundo árabo-musulmán es, sin duda, la guerra civil que está teniendo lugar en Siria desde hace algo más de dos años. Simultáneamente se registra un intento de los llamados rebeldes sirios por derrocar el régimen dictatorial de Bashar Al Asad, mientras éste se resiste a toda costa a ser desplazado del poder. Cientos de personas se han visto obligadas a huir del país, refugiándose fundamentalmente en Jordania, Líbano, Turquía, Irak y Egipto, lo que provoca una fuerte presión demográfica sobre las sociedades receptoras, lo que deriva en crecientes tensiones entre las poblaciones autóctonas y los recién llegados, mientras los campos de refugiados se ven saturados e incapaces de cubrir sus necesidades básicas.

La analista española Andrea Pascual Ramos (El mundo árabe, hoy: una panorámica sociopolítica), respecto a la situación que actualmente se vive en el mundo árabo-musulmán, ha señalado que no solamente en Siria se vive en medio de violencia; también ocurre en Irak donde el balance de víctimas civiles no hace más que incrementarse, incluso después de la salida de las tropas estadounidenses en diciembre de 2011, lo que vuelve a plantear la amenaza de que se desencadene una nueva guerra civil. El pasado mes de abril fue el más sangriento desde junio de 2008, dejando 712 muertos y 1.633 heridos por actos de terrorismo y violencia. Mientras miles de iraquíes que estaban refugiados en Siria han tenido que retornar aceleradamente a su país debido al conflicto armado.

En cuanto al largo y trágico conflicto palestino-israelí, el pasado mes volvió a reabrirse la violencia directa en la Franja de Gaza, con el lanzamiento de misiles contra el territorio israelí y la consiguiente represalia contra la población gazatí. De este modo queda olvidado nuevamente el alto al fuego pactado en noviembre por Israel y Hamás. Por otro lado, el gobierno israelí ha publicitado un mediático freno a la construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania, mientras daba alas a la continuación de esa práctica ilegal en otras partes del territorio palestino ocupado.

Yemen, otro de los países del Golfo inmersos en la mal llamada “primavera árabe”, está actualmente colapsado, sin avances en la resolución de los problemas internos de falta de bienestar y seguridad, al tiempo que acrecienta sus problemas humanitarios por la llegada masiva de refugiados e inmigrantes. Además, se ha incrementado la inseguridad alimentaria ya que la mayor parte de personas que están llegando a Yemen proceden del Cuerno de África, fundamentalmente de Etiopia y Somalia, cuyas poblaciones son tremendamente vulnerables.

En Túnez, las disputas políticas continúan definiendo la agenda nacional, con episodios violentos. En Egipto, la indignación es patente ante el veredicto del tribunal encargado de investigar los hechos violentos acontecidos en el estadio de fútbol de Port Said, donde murieron más de 70 personas el año pasado. La absolución de unos y las escasas penas de otros ha provocado una respuesta crítica por parte de una población que no duda en acusar a la policía de haber llevado a cabo la masacre. Asimismo, debido a la controversia sobre la presunta ilegalidad de la normativa electoral, que favorecía a los Hermanos Musulmanes, se ha decidido suspender las elecciones legislativas que debían haberse celebrado entre abril y junio del año en curso.

Libia por su parte, sigue acumulando asignaturas pendientes dos años después del derrocamiento del régimen de Muamar El Gadafi. Hoy es un país con altos niveles de inseguridad en ciertas zonas del país. Por otro lado, el Consejo de Seguridad de la ONU ha vuelto a extender la misión en el Sáhara Occidental hasta el 30 de abril de 2014, con el objetivo de garantizar el alto al fuego y el mantenimiento de la paz. Sin embargo, con complicidad –cuando no- de Estados Unidos, Francia y España, se sigue aplazando el proceso de consulta que por décadas reclaman los saharauis.

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