Esclavitud textil:

exclavitud-textilLo sucedido recientemente en Bangladesh reafirma las condiciones deplorables en las que millones de trabajadores en el mundo desempeñan sus labores. Míseros salarios, malos tratos, inseguridad, violación de sus derechos fundamentales son algunas de las agresiones que éstos sufren a menudo. Como ha señalado el periodista Roger Zuzunaga Ruiz, mano de obra barata y cero inversión en seguridad fueron los principales desencadenantes de la peor tragedia de la industria textil en Bangladesh, donde el pasado 24 de abril fallecieron 1.114 personas ante el colapso de un edificio de ocho pisos que albergaba talleres de confección.

El edificio conocido como Rana Plaza alojaba cuatro fábricas de ropa. Un día antes de la tragedia, las autoridades habían detectado grietas en su estructura y sugirieron desalojarlo. Pese a ello los propietarios pidieron a los obreros que acudieran a laborar normalmente al día siguiente. El mencionado edificio tenía ocho pisos cuando su estructura solamente estaba acondicionada para tener cinco. Sus propietarios señalaron que era para uso comercial, pero terminó convirtiéndose en una fábrica de ropa. En el techo habían cuatro generadores de electricidad que producían vibraciones; además las máquinas industriales representaban un sobrepeso para una infraestructura que no había sido diseñada para soportarlas.

Cinco empresas de fama mundial han reconocido que en Rana Plaza se confeccionaba ropa para ellos: Bon Marche (Reino Unido), El Corte Inglés (España), Primark (Reino Unido), Mango (España) y Joe Fresh (Canadá). Sin embargo, las autoridades sospechan que firmas como Benetton (Italia), Cato Fashions (Estados Unidos), Children’s Place (Estados Unidos) y Carrefour (Francia) también habían hecho negocios en el Rana Plaza.

Según datos oficiales, el rubro textil aporta ingresos por US$20,000 millones al año a Bangladesh, lo que representa el 80% de sus exportaciones. Pero a pesar de lo exitoso del negocio, los salarios de los obreros están entre los más bajos del mundo: un ayudante de costura recibe el equivalente a 40 dólares al mes, por jornadas semanales de trabajo de 54 horas, sin contar las horas extras, ya que un trabajador incluso puede laborar hasta 54 horas, las cuales no son enumeradas. Confeccionar un polo en Bangladesh cuesta 20% menos que en Camboya y es 50% más barato que en China.

La Organización Internacional del Trabajo ha señalado que propondrá al Parlamento de Bangladesh la aprobación de una reforma de la legislación laboral que mejore la protección de los derechos de los trabajadores, es decir, que tengan libertad sindical y se instaure la negociación colectiva. Además, ha planteado que afínales de 2013 se revise la seguridad estructural de los edificios dedicados a la confección textil y se cierren la fábricas inseguras.

Sin embargo, el desplome del edificio Rana Plaza no es la única tragedia que se haya registrado en el sur de Asia. En 1984 ya hubo otra en Bhopal (India) donde murieron 2.259 personas, lo que trajo como consecuencia que diversas ONG y agrupaciones de activistas del mundo iniciaran campañas internacionales para que las corporaciones involucradas adoptaran códigos de conducta allí donde las autoridades locales hacían la vista gorda.

Según “The Economist” el origen del problema radica en que las cadenas europeas o estadounidenses que establecen códigos de conducta para sus proveedores incrementan sus costos de estos sin pagar compensaciones. Algunos de esos proveedores comienzan a subcontratar el trabajo a empresas que no cumplen con los códigos para mantener sus márgenes de utilidad. Los trabajadores tienen una irrisoria remuneración, carecen de seguros de salud, no existen fondos de jubilación y tienen que trabajar hasta doce o más horas diarias sin recibir ninguna retribución. También éstos laboran en condiciones de hacinamiento en edificios insalubres e inseguros, cuyas ventanas tienen barras de metal y que habitualmente cuentan con una sola puerta de salida, condiciones que ponen en mayor riesgo la salud y la vida de estas personas.

Las grandes marcas occidentales de prendas de vestir han encontrado en ese país asiático el lugar ideal para incrementar sus márgenes de ganancia. Una de ellas es la marca española de ropa Zara, que subcontrata en Argentina su producción a talleres textiles clandestinos donde se esclaviza a costureros inmigrantes, sobre todo bolivianos, a quienes se les contrata bajo engaños ya que se les promete vivienda, alimentación, trabajo, una jornada laboral de ocho horas y salario en dólares.

La ONG Alameda recientemente dio a conocer la existencia de al menos cuatro talleres ilegales que fabrican ropa para Zara, habiendo realizado la denuncia conjuntamente con la Secretaría de Derechos Humanos de la Confederación General del Trabajo de Argentina, habiendo demostrado que las jornadas de trabajo son inhumanas, las que se han evidenciado mediante grabaciones con cámaras ocultas, observándose que los trabajadores duermen en literas pegados a las máquinas donde son explotados.

La mencionada ONG también ha denunciado que las jornadas de los trabajadores que elaboran ropa para Zara alcanzan las trece horas, de lunes a viernes, de siete de la mañana hasta las once de la noche. El sistema eléctrico de esos lugares es precario, lo que genera peligro de incendio como ha ocurrido en el 2006, cuando fallecieron seis personas de nacionalidad boliviana y cinco menores de edad.

La ONG Alameda ha denunciado también que 110 marcas de ropa, entre ellas algunas firmas internacionales como Puma y Topper, llevan las mismas prácticas que Zara. Incluso los propios empresarios han admitido que la ilegalidad alcanza al 78% de la confección de ropa. Este sistema de trata y esclavitud ha sido denunciado en México por las maquilas; en Italia por los talleres de La Camorra y recientemente por la fábrica que se derrumbó en Bangladesh.

Mohammed Sohel Rana, dueño del edificio Rana Plaza, fue detenido luego de la tragedia cuando pretendía escapar a la India. El exitoso empresario construyó su imperio gracias a sus influencias políticas, convirtiéndose en una figura prominente tras las elecciones de 2008, cuando su amigo Touhid Jong ganó un escaño en el Parlamento. También se le acusa de ser cabecilla de una pandilla dedicada a la extorción y a la venta de droga.

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