ATENTADOS TERRORISTAS

ATENTADOS TERRORISTAS
ATENTADOS TERRORISTAS

Por: Dr. Leonardo Sánchez Colchado.

Hasta antes del 11 de septiembre de 2001, Afganistán, Irak y todo lo que tuviera que ver con el Medio Oriente había sido asunto exclusivo de académicos, políticos e internacionalistas. Ni siquiera la Guerra del Golfo de 1991, transmitida en vivo y en directo por la CNN, logró interesar por mucho tiempo. Luego de ese día, el mundo entero redescubrió y se interesó por dicha región, el islam y todo lo relacionado a su gente. La mayor consecuencia de los atentados fue la identificación de todo lo árabe y lo islámico con el terrorismo; una satanización que hasta el día de hoy persiste. Las protestas el año pasado contra la construcción de un centro islámico cerca de la Zona Cero y el publicitado anuncio de un pastor evangélico de quemar ejemplares del Corán, son otra muestra de esa intolerancia que se instaló en Estados Unidos tras los ataques. Así, las cosas se volvieron muy difíciles para los musulmanes estadounidenses, pues algo muy simple como ir de compras o tomar el metro se convirtió en motivo de miedo para ellos.

Cuando se produjeron los atentados contra las Torres Gemelas, el ex presidente George W. Bush se encontraba en una escuela primaria de Sarasota – Florida y estaba rodeado por políticos de línea dura como su vicepresidente Dick Cheney, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, la entonces Consejera de Seguridad Condoleezza Rice; siendo el segundo de los mencionados el que más insistió en realizar una ofensiva rápida en Afganistán, el país donde los talibanes le daban refugio al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden. Por otro lado, el vicepresidente Dick Cheney, desde un principio propuso la idea de enfocarse en una guerra contra el terrorismo, señalando que “el objetivo es luchar contra el terrorismo en su sentido más amplio, que incluya a quienes apoyan la violencia y de ahí pasaremos a los Estados, que además son más fáciles de ver que Bin Laden”, señaló Cheney.

Así nació la doctrina de guerra preventiva que le sirvió de base para invadir Irak en el 2003 bajo el argumento de que podían ser atacados por una nación que tenía armas de destrucción masiva. Los “halcones” desde un primer momento buscaron invadir Irak y cobrarse las cuentas pendientes de la Guerra del Golfo con Saddam Hussein, pero el tener que lidiar primero con Afganistán los hizo retardar la ofensiva. Recién en el 2003 la administración Bush se concentró en la guerra de Irak, un conflicto que, a diferencia del de Afganistán, no fue aprobado por la ONU. En ese caso sólo recibió el apoyo de aliados incondicionales como el entonces primer ministro británico Tony Blair y el presidente del Gobierno Español José María Aznar. La respuesta de Estados Unidos y sus aliados fue errónea y moralmente inaceptable y las invasiones y bombardeos a ambos países no resolvieron el problema de la violencia mundial.

El premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, señala que los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 realizados por Al Qaeda tenían la intención de dañar a Estados Unidos, y lo consiguieron, pero en formas que Osama Bin Laden probablemente nunca se imaginó. La respuesta del presidente George W. Bush a los ataques puso en riesgo los principios básicos de Estados Unidos, socavando su economía y debilitando su seguridad. El ataque a Afganistán –señala el economista- fue comprensible, pero la invasión a Irak fue totalmente ajena a Al Qaeda, convirtiéndose la mencionada guerra en una “empresa” muy costosa, alcanzando órdenes de magnitud que fueron más allá de los 60 mil millones de dólares.

Casi el 50% de las tropas que regresan cumplen los requisitos para recibir algún tipo de pago por incapacidad, y hasta el momento son más de 60 mil de ellos que ya han sido atendidos en instalaciones médicas para veteranos, ascendiendo los pagos por incapacidad y asistencia médica que en el futuro alcanzarán una cifra que se encuentra entre los 600 y 900 mil millones de dólares. Los costos sociales, que se reflejan en el suicidio de veteranos y las desintegraciones familiares, son incalculables.

Aún en caso de que Bush fuese perdonado por llevar a Estados Unidos, y gran parte del resto del mundo, a la guerra con pretextos falsos, no hay excusa para la forma en la que eligió financiarla, pues fue la primera guerra en la historia de ese país pagada enteramente con créditos. Hoy en día Estados Unidos centra su atención en el desempleo y el déficit, pues el gasto directo en dichas guerras, hasta el momento, asciende a aproximadamente dos billones de dólares, lo que significa 17 mil dólares por cada hogar estadounidense y, existen gastos cuyas facturas aún no se reciben que aumentarán dicha cifra en más del 50%.

Por otro lado, dichas guerras han contribuido a la debilidad macroeconómica de Estados Unidos. La agitación en el Medio Oriente condujo al aumento de los precios del petróleo, lo que obligó a los estadounidenses a gastar dinero en importaciones de crudo que de otra manera podría haber sido gastado en la compra de bienes producidos en dicho país. La verdadera fuerza de Estados Unidos, en vez de encontrarse en su poder militar y económico, se encuentra en su “poder blando” y en su autoridad moral. Y dicho poder también se debilitó, ya que Estados Unidos violó derechos humanos básicos como el hábeas corpus y el derecho a no ser torturado, lo que puso en duda su compromiso de larga data con el respeto al derecho internacional.

En Afganistán e Irak, los Estados Unidos y sus aliados sabían que para alcanzar la victoria a largo plazo se necesitaba también ganar corazones y opiniones. El daño colateral de la guerra ha sido masivo, pues más de un millón de iraquíes han muerto, ya sea de manera directa o indirecta, a causa de la guerra. Por lo menos 137 mil civiles han muerto violentamente en Afganistán e Irak en los últimos diez años; sólo entre los iraquíes hay 1.8 millones de refugiados y 1.7 millones de personas desplazadas dentro del mismo país. Pero –además- el gasto militar de Estados Unidos sigue siendo casi igual al gasto que hace todo el resto del mundo en su conjunto. Gran parte de los recursos fueron destinados a las costosas guerras de Irak y Afganistán y a la más amplia Guerra Globar contra el Terrorismo, pero la mayor parte se desperdició en armas que no funcionan contra enemigos que no existen, como lo indica Stiglitz.

Diez años después, Barack Obama, ha logrado poner término a la guerra en Irak y trata de hacer lo mismo en Afganistán, donde las tropas de los Estados Unidos y las de la OTAN continúan empantanadas en pugna con los talibanes. El presidente norteamericano pudo cerrar un ciclo con la muerte de Osama Bin Laden, pero la paz sigue lejana en Irak y más aún en Afganistán. Al respecto, cabe señalar que el 15% de los estadounidenses están convencidos de la culpabilidad de su gobierno, refiriéndose a los atentados contra las Torres Gemelas y, es que la falta de fotografías de la muerte de Bin Laden y su curiosa sepultura” en el mar Arábigo no fueron suficientes para cerrar este capítulo.

Sin embargo, hoy con un PBI de 14 billones de dólares, Estados Unidos sigue teniendo de lejos la economía más importante del planeta y un gasto militar igual al del resto de los países sumados. Su moneda se mantiene como base del comercio internacional y casi no hay lugar en el mundo al que no pueda llegar con su incomparable poderío bélico. Siendo esto así ¿Cómo se explica que el 60% de los estadounidenses esté convencido de que su país está en decadencia y que el 44% crea que China es la potencia económica líder en el mundo? ¿Por qué se piensa que el dólar va a perder su condición de moneda preeminente y que Estados Unidos no tendrá más remedio que recortar significativamente su presencia militar fuera de sus fronteras?

Como señala el periodista Augusto Townsend (La crisis existencial de Tío Sam), los atentados del 11 de septiembre de 2001 desnudaron una vulnerabilidad que era impensable en el caso estadounidense, y que el golpe fue tan fuerte que, diez años después, aún no se ha terminado de asimilar y, es que Estados Unidos lejos de entrar a un siglo de oro, está iniciando el de su declive, como lo precisa Townsend. Luego de diez años se sabe que la invasión de Irak no tuvo sustento alguno y que la invasión de Afganistán dio pie al conflicto armado más largo en el cual ha participado Estados Unidos, cuyos costos hemos detallado reproduciendo el ensayo de Joseph Stiglitz y Linda Bilmes. Todo es de dominio público la guerra emprendida en Irak tuvo como objetivo el control de sus recursos petroleros, además de inversiones militares en Medio Oriente; aunque esta guerra ha sido más perjudicial que beneficiosa para los norteamericanos.

Sin embargo, esa percepción de caída de Norteamérica no es exactamente cierto, pues a decir del economista Moisés Naím, Estados Unidos cuenta con Wall Street, el Pentágono, Hollywood, Silicon Valley, las universidades y otras fuentes de donde emana el poder estadounidense, las cuales siguen sólidas. La bolsa ha caído y habrá recortes presupuestales que afectarán a sectores como las Fuerzas Armadas; pero estos recortes no lo desplazarán del primer lugar, ya que gasta más en defensa que los demás países. Aunque Estados Unidos pueda estar declinando en poder absoluto, sus competidores también tienen problemas y se enfrentan a difíciles amenazas internas y externas, políticas y económicas.

Estados Unidos continúa siendo el polo de atracción de talento más poderoso del mundo; también es el país que más rápido integra y mejor provecho saca de los inmigrantes, especialmente de los mejor formados. Cuando el mundo entra en pánico financiero y los inversionistas buscan un refugio seguro para sus ahorros ¿A dónde se dirigen? A Estados Unidos. El ascenso de grupos con ideas extremistas que súbitamente adquieren una influencia significativa y dominan la escena política para después desaparecer con igual rapidez en un fenómeno recurrente en Estados Unidos, como es el caso del Tea Party. Entonces ¿Estados Unidos está debilitado? Sí, pero sigue siendo el país más poderoso del mundo.

La ex Secretaria de Estado, Condoleezza Rice ha escrito recientemente un artículo denominado “Por qué prevalece la democracia”, publicado en el The York Times, en el que señala que Estados Unidos, el país más poderoso de la tierra en términos militares y económicos, había sufrido un ataque devastador llevado a cabo un grupo de extremistas, que operaba desde el territorio de lo que en ese tiempo era un Estado Fallido, es decir, Afganistán. Indica ¿Qué pudo haber provocado el odio que hizo que un grupo de personas estallara unos aviones contra los edificios en ese brillante día de septiembre? Los ataques hicieron que fuera una necesidad global fomentar la democracia y apoyar las instituciones políticas.

En el 2002, un grupo de académicos árabes en las Naciones Unidas emitió el Reporte sobre Desarrollo Humano Árabe, en el que identificaron tres brechas: respeto por la libertad humana, condición de las mujeres y acceso al crecimiento, que están impidiendo el progreso de millones de personas. Estas brechas causan aún más daño: generan la desesperanza que, a su vez, crea el vacío en el que fluyen el extremismo y el odio. Por eso la necesidad de una reforma democrática en Medio Oriente. Si el pueblo no tiene manera de pedirle cuentas a su gobierno a través de un cambio pacífico, lo hará de forma violenta. Pero por difícil que pueda ser la jornada hacia la democracia, es el único camino a la verdadera estabilidad. Entonces el extremismo se irá marchitando conforme la gente obtenga medios legítimos para controlar su futuro. Surgirán instituciones políticas, débiles al principio, pero necesarias para definir la relación entre la autoridad del Estado y los derechos del individuo.

En Bagdad y Kabul, los ciudadanos están tratando de usar las nuevas instituciones democráticas para garantizarse una vida mejor como hombres y mujeres libres. Los pueblos que están experimentando atisbos de libertad en Túnez, Egipto, Libia, Siria y a través del Medio Oriente, apenas han empezado a erigir las instituciones que garantizarán sus libertades. Y en algunos lugares los dictadores están luchando por posponer el día de su caída; pero la libertad puede demorarse pero no negarse. Condoleezza Rice indica que Estados Unidos es un país que fomenta el desarrollo económico y social, fomenta la protección de los sectores vulnerables y lucha por un mundo civilizado y, al fin de cuentas, más práctico.

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