Así ha titulado Mariló Hidalgo de la Revista Fusión a su artículo publicado el 17 de julio del 2008, que cobra importancia y actualidad en estos días en que nuestro planeta está bastante convulsionado por los conflictos armados, algunos de los cuales ni siquiera son registrados por los medios de comunicación.
Cuando Irak invadió Kuwait en agosto de de 1990, unos soldados sacaron 312 bebés de las incubadoras del hospital Al – Addam y los dejaron morir en el suelo, y un grupo de testigos declaró ante el Comité de Derechos Humanos del Congreso de Estados Unidos sobre lo ocurrido. El hecho impactó de tal forma en la opinión pública que influyó de manera determinante en el apoyo de los congresistas a la invasión. Incluso el ex presidente George Bush citó esta historia hasta en seis ocasiones en uno de sus discursos ante un foro internacional de la ONU cuya organización dos días después aprobó la intervención militar.
Cuando los iraquíes abandonaron Kuwait, miembros de la Organización Mundial de la Salud llegaron a dicho hospital y no observaron daños, pues las incubadoras estaban en su sitio, luego preguntaron al personal del hospital sobre lo ocurrido, quienes dijeron que ese hecho no había sucedido nunca. Luego enviaron observadores a ese lugar quienes llegaron a la conclusión de que la cifra de niños muertos tampoco era cierto y, que esa información era excesiva. Médicos de distintas nacionalidades que estuvieron en Kuwait durante la ocupación también negaron que se hubiese producido un hecho así y nadie ha confirmado aquello. ¿Qué pasó realmente? Unos años después y como resultado de un impresionante trabajo de investigación realizado por la cadena canadiense CBC se elaboró un documental titulado “Vender la Guerra”, donde se explica cómo se llevó a cabo una de las muchas campañas que se pusieron en marcha de Estados Unidos para inclinar a la opinión pública a favor de la guerra en Irak.
En el mencionado documental se explica en sólo 23 minutos cómo se crea esta campaña previamente pagada por una ONG llamada “Ciudadanos por un Kuwait libre” con 10 millones de dólares y elaborada por una empresa de publicidad norteamericana. El propósito de dicho vídeo era para hacer ver al mundo que Sadam Hussein era un loco peligroso al que había que parar. En ese vídeo el empresario que pagó su realización casi sin inmutarse explicó cómo se les ocurrió el montaje de las incubadoras y cómo llevaron como testigo estrella a una adolescente a la que aleccionaron debidamente y que resultó ser la hija del embajador de Kuwait en Estados Unidos. Este es uno de los ejemplos que recoge el periodista Pascual Serrano en su libro titulado “Medios violentos”, lo que le ha servido de base para explicar cómo se prepara mediáticamente el terreno para justificar una guerra. Por eso se dice que una guerra no empieza con la primera bala sino mucho antes, es decir, en la mente de las personas y es ahí donde justamente los medios afines trabajan sin descanso omitiendo informaciones relevantes para comprender un conflicto, ocultando datos, señalando rápidamente al enemigo e incluso caricaturizarlo.
La violencia vende, como dice el psiquiatra Luis Rojas Marcos. Desde los principios de la civilización en casi todas las culturas, el hombre ha sentido fascinación por los relatos y escenas de violencia. Si a ello añadimos que detrás de un medio de comunicación hay un grupo empresarial que vende productos, entonces tendremos la palabra “negocio”. La mercancía es la noticia que consume una audiencia y que proporciona una publicidad que a su vez genera pingues ingresos. Pero además consiguen crear opinión pública, calar en las mentes de las personas y conseguir “consumidores”.
Por otro lado, el apoyo mediático a un gobierno en estos temas, también puede traducirse en otro tipo de beneficios como publicidad institucional, licencias de emisión, mejor régimen fiscal y hasta la posibilidad de conseguir una legislación beneficiosa a los fines expansionistas de la empresa en cuestión ya que todo es dinero. Al respecto, Pascual Serrano señala: “Las empresas de comunicación se han convertido en grandes holdings empresariales, sus intereses no están relacionados con la información sino con la rentabilidad”. También debemos añadir que hay muchos medios de comunicación que han sido comprados directamente por empresas o industriales cuyo capital procede principalmente de fabricación de armas, hecho que –por ejemplo- ya que ha producido en Francia con dos grupos de comunicación. “Vivimos en un estado de inseguridad informativa” señala Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique de París, pues la información prolifera pero sin ninguna garantía de fiabilidad; asistimos al triunfo del periodismo de especulación y de espectáculo en detrimento del periodismo de información.
Y ¿Cómo lo hacen? Una de ellas consiste simplemente en no informar; las noticias internacionales cotizan a la baja, por lo que han decidido dar más importancia a la información local y nacional y a veces las noticias se ofrecen fragmentadas, con lo cual pierden su contexto y sentido. El periodista Moncho Tamames –que vivió muchos años en Estados Unidos- explica que: “Allí los medios de comunicación son compañías de entretenimiento que no informan nada; el ciudadano desconoce más allá de lo ocurre en su condado, no tiene conocimiento alguno de lo que pasa en el resto del mundo; sus preocupaciones se ciñen a cuestiones locales que les han inculcado con lenguaje y formatos sensacionalistas. De ahí que su visión de las cosas esté generalmente alienada que responden a sensaciones que retuvo al recibir el mensaje como: la paranoia, la tragedia y el miedo”. Estados Unidos es el único país de la historia de nuestro planeta que ha llegado a invadir o entrar en conflicto con otro del que tres días antes ni siquiera había oído hablar ni el presidente.
Los medios de comunicación han aislado a los estadounidenses en un provincianismo absoluto y solo les hablan de lo que la masa quiere escuchar o de lo que más interés les despierta. Cuando una democracia obedece a la masa, termina en dictadura y aniquila al ciudadano. Un 80% de estadounidenses está a favor de la pena de muerte y los políticos contentan a la masa implantándola en la mayoría de sus Estados. Tras el 11 – S más del 90% exigía las máximas represalias contra Afganistán y luego contra Irak. Ahora que los norteamericanos conocen lo que es un conflicto de este tipo y saben ya algo de las personas a las que están bombardeando, se empieza a arrepentir de haber estado en dichas guerras. El pueblo quiso guerra y los políticos se la dieron.
Pero hay más fórmulas para vender conflictos. Por ejemplo, conseguir que sólo sea noticia una determinada imagen. Si hay una noticia que no tiene imagen, simplemente no existe. El periodista Pascual Serrano comenta que cuando estuvo trabajando en Telesur comprobó la tragedia de intentar informar en la televisión de acontecimientos que los grandes medios ignoraban, pues sólo llegan hasta nosotros los muertos del conflicto y bando que quieren que conozcamos. Las ONG y grupos de defensa de derechos humanos informan periódicamente que existe un listado de “conflictos olvidados” sin espacio en los medios de comunicación, de los cuales más de la mitad ocurren en África. Los periódicos informan grandes conflictos humanitarios, las guerras donde participan las grandes potencias, o las luchas en lugares sensibles del planeta. Pero hay lugares que viven en permanente guerra y amenazas constantes para el ser humano a las que los medios de comunicación no prestan atención.
Pero ¿quiénes son los malos? Estados Unidos sigue siendo el ejemplo que mejor lo ilustra, porque primero fueron los pieles rojas, luego surgió el miedo hacia los negros, vino la amenaza nipona, la amenaza soviética, la amenaza cubana, la amenaza china, el eje del mal, el terrorismo internacional, y cuando la India se convierta definitivamente en nueva potencia económica se convertirá también en amenaza. Para Estados Unidos también está la amenaza nuclear de Irán y Pakistán, a los que han aprovechado para imponer altas sanciones económicas. “La maquinaria de propaganda de Estados Unidos, junto con el fundamentalismo de sus dirigentes, ha creado una línea ideológica del bien y del mal, y demoniza al resto del planeta” señala Moncho Tamames.
Irak sigue estando en la lista negra, así como Cuba y Corea. Pero el caso de Gadafi es revelador, pues antes era un terrorista y un peligro para la humanidad, pero desde que empezó a comprar armas a Francia y otros países occidentales y bajó su discurso antiimperialista, ya no molesta, cuando en el fondo sigue siendo el mismo que era antes.
Por ello nos preguntamos cómo aprender a leer la información, cómo ser críticos con lo que llega hasta nosotros. Pascual Serrano, autor del libro titulado “Medios violentos” recomienda primero “desconfiar” de lo que nos llega en grandes titulares y con imágenes impactantes; debemos tener cautela ante las informaciones que recibimos, pues la primera reacción que debe generar el hecho comunicativo de masas en el individuo es la desconfianza.
Estemos alerta ante las interpretaciones que nos hagan llegar los medios acerca de los términos “terrorismo”, “violencia”, “fuerzas de paz”. Normalmente las cosas no son como nos la presentan ya que el poder tiene una gran capacidad de distorsionar la realidad de acuerdo a sus intereses.
¿Es posible otro periodismo? Sí es posible y además necesario, pero es algo que no se enseña en la universidad. De momento los periodistas que salen de ella y tienen la suerte de encontrar un trabajo saben que su primera cita son las ruedas de prensa y por lo general sin preguntas. Un estudio de la Universidad “Camilo José Cela” de Madrid señala que de cada diez noticias televisivas de las principales cadenas españolas, ocho se elaboran con el contenido proporcionado por un informante cuyos intereses están afectados directamente por la noticia. Casi el 80% de las informaciones son fruto de actos declarativos, es decir, son “noticias sugeridas”.
“El siglo XXI será el siglo en que la comunicación y la información pertenecerán finalmente a los ciudadanos”, ha señalado Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique.