CHINCHERO y los contratos embudo

Lo que esta semana ocurrió en Chin­chero nos hace pensar que tenemos un Estado pusilánime que va en auxi­lio del inversionista privado, atado a un terrible contrato…

La corrupción ha encontrado en las concesiones e iniciati­vas privadas un campo abona­do para hacer grandes negocios, tanto para las empresas como para funcionarios que son corrup­tos o, simplemente, negligentes. Lo que esta semana ocurrió en Chin­chero nos hace pensar que tenemos un Estado pusilánime que va en auxilio del inversionista privado, atado a un terrible contrato que nos condenaba a pagar intereses astronómicos. Al margen de mi mayor respeto al pueblo cusqueño y su anhelado aeropuerto, nunca debió firmarse ese contrato y menos la adenda.aeropuerto-de-chinchero-ppk-jpg_700x0

Este es el segundo caso, en lo que va del año, donde encontramos una APP con un ‘contrato embudo’, en donde lo ancho y beneficioso es para el in­versionista y lo angosto para el Esta­do y los usuarios. Así tenemos que, tanto en el aeropuerto de Chinche­ro como en el contrato de Rutas de Lima, se aprecia una alucinante deja­dez (al margen de si hubo coima o no) de nuestras autoridades y sus técni­cos que, con tal de sacar adelante la obra, permiten muy alegremente la inclusión de claúsulas nada beneficio­sas para el Estado y por las que todos nosotros tenemos que pagar.

Muchos defensores de las ‘inicia­tivas privadas’ han salido a decir que no por estos casos se debe eli­minar la inversión privada en obras de infraestructura pública, pero lo que nos demuestra la realidad es que no siempre la inversión privada es beneficiosa y prístina, y que por otra parte los intereses del Estado no son cautelados por el Gobierno y sus técnicos.

Proinversión evalúa muy ligera­mente si las iniciativas privadas son prioritarias, oportunas, económicas y coherentes con el desarrollo nacio­nal. Para ellos, lo importante es cuán­to de inversión se ha captado y lo se­cundario es si la inversión sirve o está sobrevaluada. Esta falta de diligencia al aceptar iniciativas privadas, inclu­so promoviendo decretos favorables al inversionista, tiene olor a corrup­tela, y de eso se han aprovechado los piratas brasileros teniendo un Esta­do rendido para hacer lo que quie­ran con las obras. ¿Seguiremos rega­lando plata con contratos embudo o reorientaremos nuestra política de promoción de las iniciativas privadas en infraestructura?  Fuente: ( Oscar Butteler ).

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