Estado Palestino

APOYAMOS UN ESTADO PALESTINO

Por: Leonardo Sánchez Colchado.

Finalmente Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, presentó su solicitud de reconocimiento de Estado miembro la ONU sobre la base de las fronteras anteriores a 1967. Durante su intervención Abbas recordó la última ronda de negociaciones que Palestina e Israel lanzaron en setiembre del año pasado, con el auspicio de Estados Unidos, con miras a alcanzar un acuerdo de paz en un año. Sin embargo, como ha ocurrido en otras oportunidades, las partes no pudieron resolver sus diferencias y las conversaciones quedaron truncas. Denunció que Israel ha intensificado la construcción de asentamientos en lo que Palestina considera su territorio y dijo que estas instalaciones impedían el progreso de las negociaciones de paz.

Estado Palestino
Estado Palestino

Tras finalizar la Primera Guerra Mundial, Palestina y la codiciada ciudad de Jerusalén pasaron a manos del Imperio Británico, que en 1922 inició su mandato que acabaría en 1948. Un año antes, una resolución de la ONU establecía la partición del territorio y la creación de dos Estados: uno judío y otro árabe, además de “un régimen internacional especial” para Jerusalén y los santos lugares. La partición nunca se llevó a cabo, se creó el Estado de Israel y sobrevino la guerra, con interminables enfrentamientos entre árabes y judíos. Israel empujó al exilio a miles de palestinos que habitaban la zona que quedó bajo su dominio y estableció unas fronteras de facto. En 1967, luego de la guerra de los Seis Días, Israel consigue ampliar su territorio de poco más de 20 mil kilómetros cuadrados a 102.400. A este estado de las fronteras, previo a la guerra, es que Palestina reclama como territorio.

Como lo expresáramos en repetidas oportunidades, Palestina es un pueblo concentrado en una zona que no es independiente y en su mayoría está ocupado por Israel, un país nacido en 1948 y que luego de cinco guerras, ha ampliado su territorio. Palestina quiere su Estado para defenderse de la ocupación, su independencia y desarrollarse a partir de sus propias leyes y economía. Los palestinos necesitan independencia, los israelíes necesitan seguridad.

De acuerdo con el plan de partición de la Asamblea de Naciones –actual ONU- el territorio denominado Palestina, bajo mando británico, se debió repartir en dos Estados: el naciente Israel para los judíos –que venían del trauma del holocausto- y Palestina para los árabes, quienes no aceptaron dicha propuesta produciéndose una serie de enfrentamientos que trajeron como resultado que más de tres millones de palestinos se fueran al exilio. Más adelante Israel, apoyado incondicionalmente por Estados Unidos, convirtió su ejército en uno de los más fuertes del mundo. Recién en 1993, tras 45 años de conflicto, israelíes y palestinos iniciaron por primera vez negociaciones directas, con la expectativa de acabar con el conflicto, pero todas las rondas de negociaciones desde ese entonces hasta la fecha han fracasado.

El internacionalista Farid Kahhat señala que no hay en el mundo un país que no le reconozca a los palestinos el derecho a tener un Estado. Los israelíes siempre han frustrado las negociaciones construyendo asentamientos judíos en territorios ocupados, lo que contraviene el derecho internacional; además la construcción del muro de separación que se construye íntegramente en territorio palestino impide llegar a acuerdos concretos. Por otro lado, uno de los puntos más sensibles del conflicto entre israelíes y palestinos es la posesión de Jerusalén, que ambos reclaman como su capital. La ciudad Santa tiene un significado histórico para los judíos, cristianos y musulmanes.

Mario Vargas Llosa (El Estado Palestino) puntualiza que Israel se halla lejos de alcanzar estabilidad y seguridad. Es verdad –dice el escritor- que el país judío vive un notable progreso económico gracias a su desarrollo tecnológico y científico tan bien aprovechado por la industria, y que su poderío militar supera a la de sus vecinos. Pero tanto en el interior como en el exterior la sociedad israelí experimenta una crisis profunda, por cuanto están hartos de la guerra, lo que ha deteriorado su imagen internacional que nunca se ha visto tan dañada. Como indica Vargas Llosa, el gobierno de Benjamín Netanyahu tiene prejuicios racistas, lo que forma parte de la estupidez humana. Ahora bien, el obstáculo mayor para que se reanuden las negociaciones de paz con los palestinos es la construcción de asentamientos de colonos, que cuenta con el apoyo político, militar y económico del gobierno israelí; asentamientos que siguen extendiéndose por Cisjordania y Jerusalén oriental, reduciendo el territorio del futuro Estado palestino.

Cuenta Mario Vargas Llosa que Benjamín Netanyahu desairó a Barack Obama, quien le propuso que se reabrieran las negociaciones de paz bajo el principio de los dos Estados, en el que el palestino tendría las fronteras anteriores a las guerras de 1967. Cabe señalar, que Estados Unidos ha sido el mejor aliado de Israel, a quien subsidia anualmente con más de tres billones de dólares. El desaire de Netanyahu contó con el apoyo de un sector del Congreso estadounidense, pero las encuestas mostraron que aquella actitud prepotente debilitó aún más la solidaridad con Israel de una parte importante de la opinión pública de los Estados Unidos.

Israel ha propiciado la sistemática destrucción de la sociedad palestina, desarticulándola, cuadriculándola con muros, barreras, inspecciones, expropiaciones y reduciendo cada vez más su espacio vital mediante el avance de las colonias de extremistas fanáticos empeñados en resucitar el Israel bíblico, lo que pone en peligro la supervivencia de dicho Estado. Estos hechos –además- acarrearían que en cualquier momento podría estallar una nueva Intifada, es decir, un nuevo conflicto bélico en una región donde, la causa palestina tiene un respaldo unánime. El reconocimiento del Estado palestino por las Naciones Unidas –señala Vargas Llosa- es un acto de justicia con un pueblo cautivo en su propio país que vive una servidumbre colonial intolerable en el siglo XXI. Reconocer este hecho no implica justificar a las organizaciones terroristas ni a los fanáticos de Hamas que se niegan a reconocer el derecho a la existencia de Israel, sino enviar un mensaje de aliento a la gran mayoría de palestinos que rechazan la violencia y aspiran sólo a trabajar y vivir en paz.

Los israelíes que aman la paz advierten con lucidez y realismo que las políticas belicistas, intolerantes, represivas y de apoyo a la expansión de los asentamientos de Benjamín Netanyahu tendrán consecuencias catastróficas para el futuro de Israel. Como señala Vargas Llosa, la primavera árabe crea un contexto histórico y social que debería servir para facilitar una solución negociada bajo el principio de los dos Estados que ambas partes dicen aceptar. Pero hay que poner en marcha esa negociación cuanto antes, para evitar que los extremistas de ambos bandos precipiten actos de violencia que la posterguen una vez más.

Pablo Jofre Leal (Israel en la encrucijada) ha señalado que la decisión de las autoridades palestinas de solicitar formalmente el reconocimiento internacional de Palestina como el Estado número 194 de las Naciones Unidas, ha generado el pánico en las autoridades israelíes. Esta decisión convertiría a Israel en ocupante de un Estado, con las consecuencias legales internacionales que ello conlleva. Esta iniciativa ha generado que la clase política y militar de dicho país entre en estado de shock. En la actualidad existen 125 naciones que reconocen a Palestina como Estado y se espera que aumente a 170.

Para el analista internacional Antonio Basatolle, la importancia de la decisión de Mahmud Abbas tiene un componente interno insoslayable, que es también un dolor de cabeza para Israel, ya que se ha logrado aunar esfuerzos entre Hamas y Al Fatah; aunque en estos últimos días se conoció que el primero de los mencionados negocia el canje de prisioneros de guerra con el gobierno de Benjamín Netanyahu, con la finalidad de aparentar ante la comunidad internacional que se trata de un interlocutor válido para cualquier tratativa.

Lamentablemente –ante el anuncio de Abbas- Estados Unidos ha amenazado suspender la ayuda económica que suele brindar a la Autoridad Nacional Palestina, generando con ello una situación de crisis para un gobierno que vive prácticamente en la precariedad. Por otro lado, Israel dificultará aún más la vida de los habitantes de Jerusalén Oriental, Gaza y Cisjordania, negándose a cualquier iniciativa de un Estado Palestino al margen de los acuerdos de Oslo.

Por otro lado, Israel tiene graves conflictos internos derivados del aumento del costo de vida tras años de ingentes gastos militares. Además, sus relaciones con Turquía no pasan por el mejor momento, por cuanto el gobierno de Netanyahu se ha negado reconocer su culpabilidad en los hechos que desencadenaron la muerte de nueve turcos en la denominada Operación Flotilla por la Paz, que pretendía llevar alimentos y apoyo político a la bloqueada Franja de Gaza el 31 de mayo de 2010. Pero este deterioro de las relaciones turco israelíes empezó cuando éstos últimos invadieron Gaza en diciembre de 2008 que generó la muerte de 1.600 palestinos, la mayoría de ellos niños y mujeres, lo que causó la repulsa internacional.

Como señala Jofre Leal, luego de la 66 Asamblea General de las Naciones Unidas, continúa la presencia de colonias judías en territorios palestinos. Lo que Israel no entiende es que Palestina ha recuperado un papel político protagónico dentro de la comunidad internacional. Además, consideramos que la dirigencia israelí no es capaz de entender que es necesario dar los pasos adecuados para avanzar en un camino de entendimiento con los palestinos; de lo contrario podría desencadenarse una III Intifada que, como lo refieren muchos analistas internacionales, no sólo se vivirá en los territorios ocupados, sino que involucrará a toda la región que miran con malos ojos a Israel.

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